Toda
cosa que se hace, que pasa, por primera vez, lleva dentro la emoción de lo
desconocido. El viaje a Chapa, en el
marco de la convocatoria “Jóvenes y memoria”, estuvo lleno de primeras veces.
Todos, absolutamente todos, vivimos una primera vez en este viaje: un primer
baile, un primer beso, un primer mar, un primer aplauso, un primer sentirse
parte. Una primera experiencia colectiva llena de vida, llena de magia.
/ Que se den cuenta que estamos cerca /
La
previa fue tan intensa como amorosa. Cuando arrancamos con el proyecto, nunca
imaginé que íbamos a vivir sábados fríos y de mañana en el colegio, sábados con
facturas, con mates, con donaciones, con ideas, con remeras, con familias, con
fotos, con presencia. Nunca imaginé que un proyecto sin calificación, fuera del
horario escolar, que implicaba la inversión de tanto tiempo y movimiento, iba a
cautivar(nos) hasta el punto de irritarnos enojarnos, irnos, (volver-nos).
Porque sí, en el medio- de la lectura, las grabaciones, las entrevistas, las
remeras, la bandera- toda nuestra humanidad se estremeció y salió a flote. Pero
a medida que el viaje se acercaba, que se conseguían los micros, que se armaba
el folleto, que se reían bien fuerte, se notaba que estaban: en la escuela, en
el barrio, en las casas.
/ Forjando nueva razón de ser /
La
estadía y las presentaciones en Chapa estuvieron llenas de (nos)otros: otras
historias, otras realidades, otras formas, otros cantos. Rica, incómoda. Con
ganas de seguir pensando cómo seguir construyendo nuestras ideas, nuestras
opciones. Cómo seguir jugándonos la vida por lo que creemos que vale la
alegría.
Sentimos
adrenalina a la hora de contar la historia de nuestro barrio, nervios al hablar
(tal vez, por primera voz). Vibramos con el romper de un aplauso colectivo que
animaba a seguir diciendo.
Sentimos emoción al ver el mar por primera vez:
imponente, sereno, lleno de lluvia. Caminamos con frío, buscamos como nenes
chiquitos qué más, qué otro árbol, qué otro camino, qué otro charco, qué otra
foto.
Experimentamos
sorpresa en los vínculos: nuevos, lejanos, inquietantes, desconocidos.
Chapa
nos sacudió, nos llevó hasta el fondo del mar para después devolvernos a la
orilla, revolucionados, con ganas de volver a zambullirnos.
/ Y ahora vuelven a romper / y ahora vuelven a volver /
/ llenos de vida, llenos de magia /
¿Cómo
se es después de una primera vez? ¿Cómo queda la ola después de romper en la
orilla?
La
canción que acompañó todo el encuentro, “Llenos de magia”, tiene la euforia y
la verdad suficientes para explicar esa vuelta transformadora, inquietante, en
conflicto. Los chicos y las chicas que viajaron tienen la voz bien fuerte para
seguir contando y descubriéndose. En mi caso, como docente, llego a la orilla
con ganas de meterme al mar otra vez. No sé si al mismo. Pero sí al que tenga
la fuerza arrasadora de estos estudiantes que pusieron el corazón y me lo
compartieron con tanta generosidad.